El primer árbol que uno arma es el típico de colegio: "pregunten a sus papás los nombres de sus abuelos". Tuve la suerte que mis dos abuelas, Carmela e Hilda, fueron muy longevas, y con buena memoria, en general, ambas vivieron casi hasta sus 96 años.
En 1991 o 1992, con su ayuda, logré armar arboles hasta mis tatarabuelos (casi). Esos arboles aun los tengo en un viejo cuaderno verde, junto con ideas para programar juegos de computadora, anotaciones de loba, dibujos, teléfonos.
Tienen algunos errores y faltan dos de mis tatarabuelos (Suárez), pero sorprendentemente la mayor parte de la información la fui confirmando después con actas.


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